Una chica de nombre María me regaló el libro Juan Salvador Gaviota, cuando estudiaba ingeniería en la Universidad Central de Venezuela UCV, ni corto ni perezoso coloqué en la contraportada: María tu eres la chica de mi corazón.
Para el segundo año, taché el nombre de María y puse Ana, para que se leyera Ana, tu eres la chica de mi corazón y así sucesivamente. Todas mis amigas dejaron una honda huella, pero más el libro que cargué en mi mochila por muchos años, inclusive siendo profesor en las mismas aulas donde estudié. Todo muy bien hasta el día que robaron mi mochila, cuando venía de comer una arepa en el templo de ellas “El Tropezón”, y en él se llevaron mi libro y ese poco de corazones robados porque ninguno me perteneció.
Ahora lejos a unas cuantas fronteras de Venezuela, robando tiempo de mi trabajo, para buscar sitios donde desahogar a veces algo de mi rabia y otras de mi tristeza. Pocos sitios me quedan debo ser honesto, para conectarme con Venezuela: Prodavinci uno de ellos y unos cuantos amigos invisibles, como decía Uslar Pietri.